miércoles, 26 de enero de 2011

Ese mundo luminoso

Recuerdo
ese mundo luminoso de mi primer amor
viniendo a buscarme a casa en bicicleta
las mañanas de domingo,
oyendo a Richard Clayderman
y las cintas grabadas de la radio
y sobre todo
ese día en que pusimos juntos el primer disco de vinilo.
Mike Oldfield,
Jane Birkin,
el despertar del deseo cuando nos tocábamos.
Sí, estar entre los brazos de mi primer amor,
oh, querido, recordado, primer amor,
ya tan lejos,
ya en ese cuadrito de mi vida de los quince años,
de los dieciséis cuando me equivoqué,
de los diecisiete y dieciocho cuando te seguí amando,
de los diecinueve en que me dejaste
en una soledad nueva para mí,
un lugar en el que tú no estabas, ¡no estabas!,
jamás había imaginado un mundo en el que no estuvieras,
en el que no me hablaras,
un mundo sin tu voz y sin tus ojos,
¡era imposible un mundo sin tus ojos!
Y sin embargo el mundo gira sin tus ojos.
El mundo gira,
los años pasan,
hasta me casé con otro y fui feliz,
hasta me separé y ya sin recordarte,
no como cuando durante años soñé con un reencuentro
y te hablaba cuando caminaba sola por la calle.

Ya no sueño,
sólo recuerdo
ese mundo tan hermoso que juntos vivimos
cuando, por un pasillo del metro
(en Madrid, tan lejos de Lebrija)
un señor con guitarra cantaba “oh Carol”
y mi sonrisa
iluminó a más de uno que venía de frente.

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A veces una canción te transporta al pasado de tal modo que empieza una a creer en los viajes interestelares...