domingo, 15 de mayo de 2011

Bastaría para sanarme

No es el amor,
es otra cosa lo que me mueve.
Es un sueño de tragedia,
una alegoría imposible,
es el deseo
de vivir otras vidas que no sean la mía
para olvidar lo absolutamente ordinaria
que esta vida es.

No es el amor
sino un sueño egoísta
de andar otras ciudades,
hablar otros idiomas,
alejarme del cotidiano eterno,
del calor, del frío, del tedio,
de mis propios deseos,
de mi forma de ser, que tanto aborrezco a veces,
o que tanto amo para no ver más allá de mí
y despreciar a todos por no ser actores de cine.
Por no ansiar la gloria me detesto,
por esperarla del otro, siempre del otro,
creyéndome al mismo tiempo
la única especial de mi entorno,
como si por soñar ya mereciera el premio
de un lugar diferente.

Este es el aburrimiento de los ricos,
el pasatiempo de quien todo lo tiene,
yo que tanto creía no ser como ellos
y que me vendría tan bien, ahora,
un Jesucristo,
que me devolviera la vista y me dejase ver
todo lo que el mundo y yo
podríamos darme.

Una palabra tuya
bastaría para
                      tanto…

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Julio de 2010

domingo, 1 de mayo de 2011

Pero qué te he hecho yo

Pero qué te he hecho yo para seguir tus pasos
con la mirada fija en la estela que dejas,
para soñar despierta una sonrisa tuya
que vaya más allá de lo que dicen los labios,
que me dé una esperanza,
que sea una respuesta.

¿Acaso te he soñado?
¿Merezco este castigo?
¿Por qué tengo que hablarte para dormir tranquila?
¿A qué viene este miedo a no volver a verte
y este dolor que ataca al tiempo que me marcho,
resistiéndome a irme, apretando mi herida
con una mano,
para que duela menos?
¿Es que nadie ha inventado aún la medicina?

Qué camino escoger,
en qué puerta encontrarte,
qué ventana cerrar para evitarte a tiempo.
Eso es lo que querría, no verte en todas partes,
olvidar tus palabras y hallar una salida.

Pero es que yo no entiendo cómo puedo pensarte,
qué me has dicho, en qué copa pusiste este veneno,
qué estratagema usaste que la apuré hasta el fondo,
qué dijiste a mi oído que no pude escucharlo
y que ahora resuena al compás de un latido.

En fin, no me lo explico,
me parece mentira,
y no consiento en rendirme
cuando es que ya he perdido
esta batalla nuestra, la de toda la Historia,
la de querer temiendo no ser correspondido.

Si es así, yo lo acepto,
héroes más fieros cayeron aquí donde yo he caído.
Aún tengo este consuelo de poder ignorarte
el segundo anterior a aceptar la derrota.
Al menos, un instante.

Luego voy hacia ti, te sonrío despacio
registrando la dicha que me llena el vacío
(el que había en mi alma).
Entrecierro los ojos, te borro de mi mente.
No conozco otra cosa que me llene el olvido.

No sé lo que yo hice que ahora soy distinta.
Yo diría que podría decirte que te quiero.
También que me equivoco metiéndote en mi vida.
Terriblemente incluso.
Pero cuánto me alegro.

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Es de 1995. Para los curiosos, mis temores finalmente no se confirmaron, pero a pesar de que me quería, se quedó con la otra chica.
Quién entiende a los hombres.